sábado, 15 de junio de 2013

Llega la hora

Llega la hora, de levantarse, desenfundar espadas y proclamar que no habrá enemigo que me hunda.
Que no hay soledad mejor que el fragor de la batalla,
que no hay monstruos que no estén de mi parte,
que esa impoluta ciudadela sin sueños caerá.

Se romperán las manos y se quebrará el corazón,
y la sangre brotará, amarga, a la comisura del labio,
y quedará nada derrotada, alma sin funda, dueños sin destino.

Matemos al fantasma, quitemos la esperanza de la ecuación, pero sin darnos a sus vicios de ególatras ahogados en su reflejo, sin manos sobre las cuerdas de la guitarra, tendidas sobre el precipicio, dancemos, malditos, con las puntas de los dedos...


jueves, 6 de junio de 2013

Anécdota

Qué quede en algo anecdótico.
Que he perdido fuerza, fuelle y ganas, de luchar, de vivir, de soñar. Que no hay más ventanas por las que escapar, solo la pobre triste ilusión de mago viejo, que me hace ver algo de luz donde na la hay. Y, hablaré claro, hablo de amor, del que tú no me das, del que no puedo escapar, porque me empujas siempre con un nuevo dardo cuando ya estoy a punto de caer. Y hablo de amor, del que traerá el salvador del mundo, de mi mundo, hablo de soñar demasiado, hablo de desvanecerse, como yo, que ya no quedo ni para mi, que ya no hay alma que aguante esta soledad,
esta insoportable levedad del ser.

Yo quería un nuevo Romeo al que deslumbrar, pero nunca brillé para nadie. Yo quería un nuevo cuento para antes de dormir, pero los caballeros se escaparon de entre las páginas.

Y que quede la anécdota de cómo volver a las mariposas,
al dios mata-mariposas,
de cómo se convierten de nuevo, en dragones.

miércoles, 5 de junio de 2013

Ojalá nos dieran teclas de piano con las que tocarnos.

El suspiro antes de empezar aquella pieza,
y cuatro palabras grabadas.
El no poder verlo,
no saber verlo.
Su voz envilinada...

Palabra, palabra encorsetada,
luminiscente.



Las ganas, la torpeza, caer, otra vez, al vacío, al jaque, y llevamos tantos movimientos, cielo...

Y ojalá
venzamos,
al alba.
Encerremos el misterio,
en teclas de piano.

Y ojalá,
aprenda a verte,
aprenda a tener voz,
para oirte...

más allá de su suspiro,
más allá de sus manos.