Lo único que aquí queda,
es lo único que hemos tenido.
Miedo.
A hablarnos,
a conocernos y descubrirnos hechos del mismo barro.
A confiarnos
uno al otro
sabiendo que ambos somos seres despreciables.
Al Ego de querernos por ser nosotros mismos.
A todo lo que escondía nuestra palabrería.
A que fuera sólo sexo.
A entregar algo que no sean nuestros maltrechos cuerpos.
A que fuera más amor del que pudiéramos aguantar.
En fin,
miedo, a aquella época, en que colisionamos por primera vez,
sin vernos, ni sabernos,
y había de todo,
menos miedo
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