Ni príncipes azules,
ni amigos para siempre.
Culpemos
al cine.
No a la traición,
ni al egoísmo,
ni al individualismo.
Culpemos al cine,
que nos vendió la idea de que no estamos solos,
de que al fin
y al cabo
se puede confiar en alguien.
De que te salvarán.
De una mano permanente para levantarte
de un hombro donde llorar.
O más simple,
alguien con quien comerte el mundo,
bailar, soñar,
pero juntos.
Pues culpemos al cine.
Porque entre tanta puta y tanto cabrón,
estamos tan jodidamente solos,
que vemos esas mierdas de peliculas,
donde siempre,
siempre hay alguien para salvarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario